No vamos a engañar a nadie y menos a nosotros mismos: en el fondo y en la forma de Habitando el Silencio está el encuentro con Dios y con el prójimo. Si lo leemos de principio a fin, empezando por “Hacia las profundidades del Misterio” podría parecer que el protagonista absoluto es Dios; si lo leemos de atrás hacia adelante, desde “Cánticos de Esperanza”, el hombre, el ser humano que sufre, aparece por todos lados en múltiples y exhaustivos análisis y experiencias que retratan fidedignamente nuestro mundo y las grandes posibilidades de esperanza ancladas en él. Si nos fijamos en la parte central del libro –“Orillas del amor”- nos situamos en una perspectiva esencial en el Cristianismo: el principio de Encarnación. La paz y la justicia son posibles, los derechos humanos favorecen el encuentro, el diálogo, la solidaridad, la primacía de los pobres, la igualdad que excluye de la vida social, cultural, económica y política toda forma de injusticia, de descarte o de opresión. El Amor besa muchas orillas, por no decir todas las playas humanas donde se pueden salvar la dignidad, la convivencia social y la paz, un trabajo digno que humaniza y no degrada, recuperar la hospitalidad ahora con los migrantes y refugiados, hospitalidad que fuera otrora señal distintiva tanto de Oriente como de Occidente, de Atenas como de Jerusalén. Llegados a este punto, una advertencia es conveniente: en este libro todo está enlazado.
ANTONIO MATILLA
No hay valoraciones aún.